OSADÍA, DE NUESTRO ESCRITOR ANDY.

VOY A TRANCRIBIR, ALGO QUE ESCRIBIÓ ANDY Y QUE ME PARECIÓ, COMO SIEMPRE DE UNA PROFUNDIDAD Y UNA ESENCIA MARAVILLOSA.La osadía

Hace rato que no me cruzaba con esta palabra. Tiene fuerza, impone. Y no solo me la crucé, sino que, en el contexto en el que fue utilizada y bajo esa particular circunstancia, fue un rayo de genialidad, o por lo menos eso me pareció a mí. El suceso quedará como anécdota del autor, no fue trascendente (y hasta cierto punto fue trivial y pueril) pero me dejó con la suficiente curiosidad como para pensar en algo para escribir y compartir. Lo que pasaré a compartir tampoco tiene como intención trascender; si buscáramos trascendencia en todo lo que compartimos probablemente nunca llegaríamos a compartir. Premisa: la liviandad, o por lo menos a eso habría que apuntar.

De a poco las fichas caen y algunas nos iluminan un camino que antes no caminábamos, o que caminábamos pero sin consciencia, mirando ciegos. La osadía es el orden del mundo, por lo menos en este que vivimos. El que se atreve, arriesga y al que arriesga se le abre el abanico de posibilidades que dan lugar a las experiencias. Las experiencias, sin ir más lejos y evitando los rodeos, hacen a la vida.

La vida premia y castiga al osado; el temeroso se abandona a premios y castigos que no busca: lo encuentran y lo viven. Puedo dar fe, como temeroso, que las cosas se dan así. Pero la gracia de vivir, de transformarse y reinventarse abren la posibilidad al cambio. El cambio, desde el yo, involucra inevitablemente a la osadía. Se necesita ser atrevido y audaz para llevar adelante un cambio; vivir conscientemente es ser osado. Claro está que la mayoría de las personas no lo hacen y no es algo para criticar ya que no es una empresa fácil de llevar adelante. Pero ya que estamos vivos, vale la pena intentarlo.

El tiempo pasa y, mientras muchos filósofos y científicos discuten que el tiempo es una ilusión, que no existe, algo inevitable y, hasta ahora, inexplicable hace que nuestros días en esta tierra sean cada vez menos y no más. Llámese tiempo o no, algo nos lleva a la muerte. Y tomando a la muerte como un límite que nos separa de aquello que jamás podremos entender debemos aprovechar esta oportunidad en la que nuestra (mínima) consciencia nos permite tomar decisiones y actuar, elegir y dar rumbo a nuestra vida. Una única oportunidad que nos permite ser osados o, cediendo ante la trillada elección popular, temerosos.

Son años los que me quedan (eso espero) y prefiero dejar los miedos para otra vida o, en su ausencia, para los gusanos que me coman. Quiero descansar en mi lecho de muerte y segundos antes de desaparecer poder decir:

Fui osado.